En nuestro mundo cada vez más
especializado, es difícil, si no imposible, triunfar en cualquier profesión u
oficio, sin estar verdaderamente preparado. Pero hay una profesión, quizás la
más natural y común entre los seres humanos, y una de las más difíciles, para
la que no existe preparación alguna: ser padre o madre, una profesión que no
tiene fin.
En el pasado la propia naturaleza, con
su gran sabiduría, ayudaba, de alguna manera, a los padres a ejercer esa
difícil profesión, pero el mundo de hoy es muy diferente. Por eso los padres
que no tengan una mínima preparación para educar, fracasan. Como nos anuncia en
su libro Savater.
De ahí la importancia de la educación de
la familia. A pesar de los cambios en Educación en los últimos tiempos, ninguno
de los políticos se ha detenido a reflexionar seriamente sobre este hecho.
Por su parte, los padres deberían
reflexionar sobre este hecho incuestionable: la necesidad de prepararse
debidamente para ejercer la difícil, pero apasionante; «profesión» de ser
padres, pues tanto el padre como la madre proyectan sobre sus hijos sus
virtudes y sus defectos, y en especial sus emociones y sus frustraciones. Para
ello hay que comenzar, a mi juicio, por conocerse uno mismo un poco mejor.
El
psicólogo francés, Pierre Daco, dice: «La educación de los demás comienza por
la educación de uno mismo. No hay excepción a esta regla». No olvidemos,
además, que el ejemplo siempre ha sido y será la regla de oro de toda
educación, y especialmente en la infancia.
Como dice Goethe en su verso:
Como dice Goethe en su verso:
«Sí, los niños serían bien educados, si los
padres estuvieran bien educados».
NUESTRA FORMA DE VER LA VIDA LA TRANSMITIMOS A NUESTROS HIJOS