La lectura constituye la herramienta que nos
permite, desde niños, ir introduciéndonos en el mundo de la fantasía, a soñar,
a imaginar… a vivir un mundo interior propio, tan distante de la vida veloz en
donde estamos emergidos, una sociedad volátil, en la que
vivimos. De allí que los libros, y su lectura, resulten esenciales para pensar
porque nos proporcionan no sólo la posibilidad de percibir qué está a nuestro
alcance y retirarnos al interior de nosotros mismos para disfrutar en ese
tiempo quieto, sino que, además, nos ofrecen en cantidad la materia esencial
para pensar y desarrollar el pensamiento creativo y crítico.
Debemos invitar a leer: en las escuelas, más
no enseñar, codo a codo a los maestros con sus alumnos; en las aulas; en las
bibliotecas; en la hora de clase y en otras menos previsibles. Pero no podemos
seleccionar las lecturas que van a leer nuestros alumnos, por eso es que el
placer por leer se pierde y hacemos que el estudiante se aleje de la lectura.
Sin embargo, no todos los niños atraviesan
esas experiencias. De ahí que la escuela, en muchos casos, es el único espacio
para iniciar su camino como lectores.
Hay quienes sienten que los libros son ajenos
a su mundo, que no les pertenecen por diversos motivos, entonces se pierde una
gran oportunidad.
El docente también debe evidenciar sus
propios deseos de leer. Un alumno lee si su docente lee. No se enseña a ser
lector, se contagia el ser lector. Así, la escuela cobra mayor dimensión,
adopta una actitud de equidad e igualdad de posibilidades, rompe barreras y
construye puentes.
IMPULSEMOS LA LECTURA DESDE NUESTRO HOGAR PARA DESARROLLAR EN AMOR A LA LECTURA
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