La dispedagogía engloba las malas prácticas pedagógicas llevadas a cabo por quienes tienen la función de “educar” o “formar” (en un sentido más amplio de los procesos de educación del individuo) a un ser humano.
Esta responsabilidad corresponde, fundamentalmente, a dos estructuras sociales primeras en cuanto al orden en que el ser humano se ve incluido en ellas: la familia y la escuela, los dos primeros grupos con cierta estructura, arraigo y tradición en los que el niño y la niña se incorpora de forma gradual, a los avatares vivenciales que implican la asunción de valores y actitudes que influirán de modo importante en su desarrollo vital y social y, en definitiva, en su comportamiento como persona.
En el ámbito familiar, la responsabilidad educativa corresponde a los padres. Y en su defecto, a tutores; educadores de instituciones que actúen como suplencia, por los motivos que sean, de las figuras progenitoras; y otras personas adultas con ascendente sobre el niño dentro de la familia, primera estructura social en que queda encuadrado desde su nacimiento.
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